Notas sin contexto #3


La empatía es un arma de doble filo.

Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de que todos tenemos una narrativa que, de una forma u otra, debemos acomodar para sentirse coherente. 

¿Los hechos? ¿La verdad? No existen. Cada uno de nosotros tiene su verdad y lo que cree como "los hechos". Y nadie puede rebatirlo. 

Estamos de acuerdo en que siempre hay al menos dos versiones de la misma historia, y ¿cuál sería la real? Pues ni una ni otra. Ambas están mediadas, afectadas, por el filtro de la narrativa personal de quien las cuenta. Y ese filtro siempre será más amable hacia uno mismo.

Siempre mi error será menos malo, en el caso de admitir su existencia. Siempre mis intenciones habrán sido las mejores, aunque en el fondo no lo fueran. Siempre fue la otra persona la que malinterpretó mis palabras, aunque quizá no las medité suficiente. 

Creo que se entiende mi punto...

Y aquí llega el concepto de moda: la empatía. 

Todo el mundo se cree muy empático, muy capaz de ponerse en el lugar de otra persona, pero a la hora de la verdad, ¿eres realmente capaz de ver las cosas desde otra perspectiva? ¿Serías capaz de verte a ti mismo, en serio, como el malo de la historia?

La mayoría de las personas están convencidas de que sabrían perdonar a otra si se arrepintiese de haber hecho algo mal. Muchas también dicen que asumirían su parte de culpa en cualquier discusión. Pero de todas ellas, solo una ínfima fracción lo haría de verdad. 

Al final, empatía es solo una palabra, un sustantivo que usamos sin comprender bien qué es lo que nombra. Solo sabemos que es algo bueno, algo deseable porque te da puntos de buena persona. 

Pero tiene doble filo. Porque si de verdad eres alguien empático, si eres ciertamente capaz de ponerte en el lugar de otro y sentir cómo has podido hacerles daño, te resulta más fácil admitir tus faltas, asumir tu parte de culpa y perdonar. 

Y precisamente por eso, duele más que otros no puedan hacer lo mismo por ti.




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